La repostería me ha enseñado desarrollar la paciencia. He aprendido que en este mundo dulce no vale aquello de trabajar rápido; hacer un postre de prisa terminará, en la mayoría de los casos, en un desastre o el resultado no será el mejor.

Yo me tomo mi tiempo y sigo una serie de pasos para minimizar los riesgos, porque valoro inmensamente los ingredientes, no me gusta desperdiciar y amo comer dulces deliciosos.

  1. Leo la receta detenidamente, las tengo como libros de cabecera, y comparo las mismas recetas de autores distintos, me decido por la que considere que quedará más rica y de mayor cantidad. Soy golosa, lo repito siempre.

  2. Escojo cada ingrediente con cariño y recelo, y me aseguro de tenerlos todos, en perfecto estado y en las cantidades necesarias.

  3. Dedico tiempo para prepararla, me gusta estar tranquila, serena y ese día el horno y las hornillas son todas para uso exclusivo de mi receta.

  4. Con receta en mano y muy clara en el procedimiento, enciendo el horno si es el caso, organizo la nevera, los envases o moldes a usar, no olvido aquellos extras como pañitos de cocina, guantes, paletas y cualquier accesorio como mi reloj de cocina de diseño que sólo cuenta 15 minutos pero no importa.

  5. Le doy a cada paso el tiempo que requiere, nada de apresurarme y agregar los huevos de una sola vez, si debo integrarlos de a uno; disfruto mirar cuando se funde todo de forma maravillosa y así mis niveles de seguridad van aumentando a medida que la mezcla, masa o crema va tomando forma y despidiendo un aroma fabuloso que me transporta al infinito.

  6. Ya sea nevera, horno, hornilla, reposo o lo que requiera mi dulce obra para terminar de gestarse me armo de paciencia guerrera y espero.

  7. Cuando está listo, lo decoro, lo miro, lo fotografío y por supuesto lo pruebo, acompañada de mis dulceros favoritos.