Galletas cuatro harinas: preparadas con harina de avena, de trigo, de arroz y de maíz. Una combinación que sorprenderá a muchos. Alberto Lindner asegura que es auténtica magia y por eso comparte la receta, pero primero, una dulce historia:

 

Galletas cuatro harinas


Enrique era un mago, pero no cualquier mago;:era un mago blanco. La magia blanca se contrapone a la negra, pues la blanca lo que busca es la prosperidad en la gente, alegría, amor, desarrollo mental y producir conexiones entre el cuerpo y el espíritu.

Su nombre de mago era Jencaaz (todos los magos tienen un segundo nombre). Era la unión entre jengibre, canela y azúcar, que eran sus ingredientes favoritos, pero no se lo decía a mucha gente.

Jencaaz había aprendido a cocinar junto a su madre, que había sido maga blanca también y que conocía los secretos que los olores y sabores podían producir en otros. Ahora se dedicaba a hacer el bien y a producir emociones positivas en las personas que olían y probaban sus platos, mayormente dulces. También sabía cocinar sin harinas y sin azúcares para aquellos que lo necesitaban, y aún así conseguir resultados maravillosos.

El mago no vivía solo. Criaba a su nieta llamada Olga, de tan solo trece años. Era una niña inquieta que siempre estaba pendiente de lo que su abuelo hacía en la cocina.

-¿Cómo no salir impactada con lo que hace mi abuelo, si el olor se riega por toda la casa?, se decía a sí misma.

Últimamente se dedicaba a jugar en identificar olores y acercarse a las proporciones mágicas.

Cuando le preguntaban a Olga qué iba a ser de grande decía sin dudar: “Maga blanca”. Y es que, a su corta edad, ya conocía muchas cosas sobre los efectos de los ingredientes. Sabía, por ejemplo, que para los sustos era buena la canela; para el dolor de estómago, el anís; para el dolor de muelas, el clavo de olor, para la gripe, la miel de abejas y el jengibre.

Además, ya veía a su abuelo Jencaaz haciendo magia blanca en preparados dulces para lograr acuerdos, curar el desamor, alegrar, paremocionar, darse cuenta de lo que los limita y ayudar a otros que se conecten con sus posibilidades y fortalezas.

Olga era feliz en esa casa y en la querencia de pasar de aprendiz a maestro.

-Necesito jengibre, miel, nuez moscada, canela y clavos de olor para hacerte unas galletas, Olga. Voy al mercado a buscar lo que me falta, aquí te dejo media taza de leche caliente a la que le he agregado cinco cucharadas de cacao en polvo. Al llegar te preparo las galletas.

-Gracias abue, te voy a esperar, me encantan las galletas de jengibre.

El abuelo y su nieta vivían en un bosque cruzado por un río. Olga había aprendido allí el secreto del observar la naturaleza con atención plena, la importancia que tiene el escuchar y el guardar silencio. Aunque nunca los había visto, Olga estaba segura de la existencia de personajes mágicos que merodeaban la casa y suponía que eran quienes le entregaban las fantásticas recetas a su abuelo.

Puso la taza de chocolate en la mesa. Esperaría para tomársela pues pensaba en las galletas que le había ofrecido Jancaaz y cómo las iba a mojar en el tibio chocolate.

Se sentó, cruzó los brazos sobre la mesa y comenzó a observar el humo que salía de la taza caliente. En su imaginación logró ver, formas, animales y duendes del bosque. Y así, se quedó dormida.

Al abrir los ojos, la niña se dio cuenta de que no estaba en su casa sino en la mitad de un campo multicolor. Giraba sobre sus pies y podía ver cómo iban cambiando los colores, hasta que supo que había dado una vuelta completa, cuando los colores comenzaron a repetirse.

-¿Qué querrá esta niña en nuestro reino? ¿a qué habrá venido ahora?

Cuando muchas voces se solaparon en preguntas, Olga llegó a levantar su voz:

-¿Quiénes son ustedes que hablan todas a la vez? ¿Por qué no hablan una a una? ¡Yo solo estoy esperando que mi abuelo llegue y haga las galletas!

-¡Empiezo yo…!, se escuchó una voz sola.

-¿Quién eres?, preguntó Olga.

-Yo soy el trigo, el color amarillo, el este, el naciente. Soy el principio y el fin. Soy el mejor ingrediente de las galletas, dijo muy segura. Poseo el gluten que le dará viscosidad y elasticidad a tu masa. Además, te daré el color a sol tostado que tanto emociona a la vista. Mi olor es inconfundible, todos lo saben de mí cuando horneo.

-Ah, el trigo, el abuelo siempre hace el pan…

-Yo soy la avena, se sobrepuso otra voz. Tengo las mismas propiedades del trigo, pero saludables, pues ayudo a que los alimentos absorban menos grasa, y por la fibra que tengo, mejoro la salud intestinal. Soy verde, soy el norte, desde donde observo a las demás. Aporto energía extra y ayudo en la salud, a bajar las grasas. Las galletas de avena son las mejores.

-Ahh, qué rico, galletas de avena… crujientes por fuera y blanditas por dentro...- pensó Olga.

-Yo soy el maíz, la tercera harina. Soy el oeste, la noche, soy el arcoíris. Nunca encontrarás granos de tan variados colores, desde el blanco hasta el morado. Soy la raíz de América, del sol tostado, del oro y el cacao. No tengo gluten. Pero tengo almidones que harán de tus galletas las mejores. El almidón espesa, suaviza y hará que tus galletas crezcan y se esponjen.

-Mi abuelo hace tortillas de harina de maíz, también arepas y empanadas. Es una harina que se tuesta en las grasas dejando un increíble sabor. Nunca he hecho galletas de maíz. Creo que abuelo tiene un frasco con maicena que viene del maíz.

-Yo soy el arroz. La mejor de las harinas, la blanca pura, la esperanza del mundo. Sin mí, habría guerras y hambrunas. Soy el sur; la India y la China. Estoy en todo el mundo. No tengo gluten pero soy rica en almidón.  Mis comidas tampoco absorben grasas, ayudan a la salud. Las galletas de arroz son famosas. Deberías usar el arroz…

– Ya me tienen confundida. Son cuatro harinas multicolores. El arroz debe servir también a las galletas de mi abuelo.

Al decir esto, girando sobre sus pies para que todas la pudieran escuchar, sintió una cálida mano en su hombro que le decía:

-Olga, te has quedado dormida. Ya he llegado del mercado y conseguí todo para hacer las galletas de jengibre, aunque veo que no pudiste esperar ¡y te las preparaste tu misma!

-Hola abue. No las hice yo; la verdad es que tuve un sueño de harinas, olores y colores. ¿Sabes? las harinas tienen su lugar, su color y bondades. He conocido a cuatro de ellas, el trigo, la avena, el maíz y el arroz. ¿Qué te parece usarlas todas?

-¿Usarlas todas? No sé… Pero si tú no hiciste las galletas, ¿de dónde salieron? ¿Vinieron contigo en tu sueño?  En la magia blanca todo es posible. ¡Veamos a qué saben tus galletas multicolores…!

El abuelo tomó una y la probó.

– Uhmm, tienen trigo, avena, maíz y arroz. Excelente mezcla. Además debe tener un poco de leche y cacao mezclado. También azúcar en polvo, vainilla y esencia de almendra. ¿Le agregaste tu leche con cacao?

– No abue, te digo que estaba dormida. No recuerdo. Yo no las hice.

– Te creo Olga. La magia ocurre. Nos ocurre. Vas a ser una gran maga…A través de la cocina y de los postres, podemos hacer que las cosas sean distintas y hacer el bien, mientras cocinamos…

Estas galletas de Olga no tienen los ingredientes que su abuelo fue a  buscar, sin embargo, es una receta mágica, que se logró hacer entre sueños, viajes, y aventuras mágicas.


Galletas cuatro harinas


Ingredientes:

  • 1 taza de harina de trigo (taza tipo de café con leche).

  • 1 taza de avena en hojuelas, tipo instantánea.

  • 1 taza de fécula de maíz, tipo maicena.

  • 1 taza de harina de arroz.

  • 1 huevo.

  • Media taza de leche.

  • 5 cucharadas de cacao en polvo.

  • 1 cucharadita de vainilla.

  • 1 cucharadita de esencia de almendras.

  • 1 taza de azúcar glas.

  • 1 pizca de sal.

  • 1 cucharadita de polvo de hornear.

  • 1 cucharadita de bicarbonato de sodio.

  • 1 taza de margarina.

  • 3 cucharadas de aceite.

  • 1 cucharada de melaza de caña.


 

Magia en la preparación:

Se ponen en un bol mediano las cuatro harinas, los polvos mágicos (el bicarbonato y el polvo de hornear), el azúcar y la sal. Se mezcla bien.

En una taza se coloca el huevo, los aromas y el aceite, y se bate un poco para romper la yema. La mantequilla se coloca en horno leve para que se disuelva sin calentarse mucho.

Se hace un cuenco en los sólidos y se coloca la mantequillas y el resto de los ingredientes. Se amasa hasta homogeneizar. Se deja reposar media hora.

Al término se amasa con rodillo y se forman las galletas.

Se hornea a 380 ºF por 25 minutos.

Al salir del horno se espolvorean con un poco con azúcar glas.

Salieron 50 galletas.

Pura magia, el resultado.

 

Alberto Lindner comparte, inventa y cuenta deliciosas recetas en su blog: www.cocinardepie.blogspot.com