Una de las cosas que he aprendido a lo largo del tiempo es la importancia de respetar y amar los ingredientes que utilizo en mis recetas.

De la mano de mi abuelita me inicié en la pastelería cuando era una niña. Ella me enseñó a prender el horno y a organizar todo lo que se necesitaba para una preparación antes de arrancar con el procedimiento. Confieso que esos son mis recuerdos más felices y estoy segura de que por eso decidí ser pastelera.

Experimentando he podido entender que cada ingrediente cumple una misión única en esas cantidades específicas escritas en cada receta, nada es por azar.

En gastronomía se usa el término “Mise en place” que en francés significa ¨poner cada cosa en su lugar”, y no es más que organizar, planificar, pesar, medir y buscar todo lo que necesitamos para una determinada preparación.

Confieso ser obsesiva y declaro: "Mise en place es el primer paso y el más importante cuando realizas un postre". La pastelería es (para mí) tan exacta como las matemáticas.

Mide cada uno de los ingredientes de la receta y colócalos de forma organizada antes de comenzar a preparar tu receta para que veas que es mucho más fácil trabajar y eso se verá reflejado en los resultados.

Así que a desempolvar la balanza, las tazas y cucharitas de medir, pule tus paletas y envases, abraza al horno y apechuga tus termómetros, porque ese es el inicio para un balance perfecto de ingredientes respeto y amor.

P.D: Si tu balanza digital tiene la función de “tara", tendrás la mitad del cielo ganado porque te permite restar el peso del contenedor o envase el que estás pesando el ingrediente para obtener el peso neto.


Tanto si estás comenzando en la repostería como si no, esta es una excelente receta para disfrutar de la magia de hacer dulces:


Galletas de mantequilla glaseadas