30 jun
Alejarse geográficamente de Venezuela no le impidió a la psicóloga María Carolina Izquiel compartir orgullosamente su gentilicio, sobre todo los sabores con los que aprendió a entender y amar a la cocina. En la red social Instagram encontró el espacio perfecto para hacerlo, a través de su cuenta @simplebeautifulfood, donde ha sumado una comunidad no solo de coterráneos sino de entusiastas de los platos venezolanos en Cambridge, Estados Unidos, donde vive actualmente, y de todas partes del mundo. Aquí comparte su anecdotario y de cómo encuentra su inspiración en los platos con alma.
¿Qué relación tiene la Psicología con la comida?
Toda. Aunque pudiésemos hablar de vínculos incluso antes del nacimiento, creo que a partir de ese momento la relación es muy clara. El bebé se pega del pecho de la madre buscando saciar el hambre y calmarse. A partir de ahí, la intrincada trama de relaciones entre las emociones y la comida es complejísima. Pero podría decir que el tipo de relación que la gente establece con lo que come y cómo lo come es muy similar a la manera como se relaciona con los demás y con los afectos. Por ejemplo, si se es una persona indiscriminada que come cualquier cosa sin saber en realidad que se está comiendo, a veces incluso sin disfrutarlo realmente, habla mucho del desamor, del descuido hacia sí mismo. Si eres temeroso de lo que comes y de todo tienes que saber el más mínimo componente químico dice mucho de la aprehensión y temor ante el mundo. Aquí en Estados Unidos veo mucha gente que come como si la comida fuese un puñado de vitaminas y minerales que el cuerpo necesita para funcionar mejor, no saben nada del placer y de esa misma forma, muy práctica, se relacionan. En Venezuela hay una clara relación amorosa con la comida, pero podemos ser a veces superficiales, ignorantes de nuestros propios productos y descuidados con nuestra gastronomía. Luego están los trastornos de alimentación, que son trastornos esencialmente psicológicos, que hacen que esta relación se vea de una manera casi gráfica.
En su perfil de Instagram se describe como "Psicólogo Clínico - Cocinera por herencia"? ¿Viene de familia cocinar?
Sí. Mi mamá y mis ocho tíos maternos han sido grandes cocineros familiares. En las reuniones en casa el tema de cocinar sabroso y de manera esmerada siempre fue importante. Recuerdo de niña que cada uno de mis tíos cocinaba algo y luego se generaba una especie de juicio amoroso a cada plato, pero todos eran muy exigentes y no perdonaban un error “está bueno pero un poco sobrecocido” “yo no le hubiese puesto orégano” “estas gallinas son de la finca, se nota". Cada detalle era diseccionado en la reunión y tengo que decir que todos concordaban que mi mamá era la que cocinaba mejor, cosa que ella vivía con gran orgullo. Parte de mi rutina cuando era niña era acompañar a mi mamá al mercado de Quinta Crespo o al de San Martín y quejarme de cansancio mientras ella se tomaba cada compra con rigurosidad científica. Peleaba con el vendedor que le quería vender algo que no estuviese fresco, se quedaba conversando con el de las especias. Era impactante para mí verla elegir una gallina viva para cocinarla o seleccionar las tripas de cerdo para hacer chorizos en casa. Mi mama murió cuando yo tenía 18 años. A partir de ahí, por ejemplo, hago hallacas sin falta cada año, esté donde esté, es un homenaje, mi conexión con ella y también mi manera de dar afecto.
¿Qué le enamora de la cocina?
Su poder comunicacional, cultural y afectivo. Su sensualidad y belleza.
¿Qué tipo de preparaciones comparte con sus usuarios?
Lo que comemos en casa cotidianamente. Yo soy mitad caraqueña, mitad guariqueña, así que las preparaciones son tan variadas como solía ser la gastronomía caraqueña con la que crecí. Mi mamá cocinaba un día un plato que aprendió de la vecina árabe, otro día la peluquera portuguesa compartía una receta con ella, otro día preparaba unos frijoles llaneros como Dios manda o un quesillo, pero de repente desayunábamos unos huevos rancheros y almorzábamos salchichas alemanas con papa y repollo agrio casero. A pesar de haber tomado algunos cursos, yo no tengo formación profesional como cocinera, me inspiran los platos con alma e historia. Pero debo decir que con la cuenta me he movido entre la nostalgia de platos clásicos venezolanos y la multiculturalidad de Cambridge, sobre todo dentro del ambiente universitario en Harvard.
¿Cuáles son los ingredientes imprescindibles a la hora de preparar sus recetas?
Sólo la sal. Sin embargo, mi debilidad es la cocina italiana, así que procuro tener siempre ajo, albahaca y orégano fresco, tomates maduros y buenos quesos. También me angustio si se me acaba la soya, el papelón o la pimienta entera. Sin embargo, creo que los cocineros venezolanos han demostrado ampliamente que ningún ingrediente es imprescindible. La trágica escasez ha llevado a la creatividad gastronómica venezolana a otro nivel, más conectada con las materias primas, con lo local, más versátil e innovadora. Yo me quito el sombrero ante los cocineros venezolanos en Venezuela.
¿Cuál es su principal consejo para quienes se inician en la repostería?
Que estudien y sean disciplinados. Yo no soy repostera, me parece que es un trabajo científico lleno de precisiones y exactitudes. La personalidad del repostero, de hecho, suele ser muy diferente a la del cocinero que se dedica a los platos salados, aunque hay algunos genios que manejan ambos talentos. Sin pecar de reduccionismo psicológico pienso que el repostero suele ser riguroso, obsesivo, perfeccionista y disciplinado. En los cocineros veo más gente impulsiva, hedonista y panista, aunque de nuevo, hay de todo.
¿Cuáles son los atributos de un buen postre, en su opinión?
La sutileza de los aromas escondidos y del equilibrio perfecto entre sabor y dulzor. No hay nada tan malo como un dulce con exceso de azúcar que tapa todo. Aquí en Estados Unidos se consiguen unos helados que para mí equivale a que se coman una cucharada de azúcar y así se ahorran todo el procedimiento.
¿Qué es lo que más te gusta de preparar recetas?
La mayoría de las veces cocino por intuición, sin receta. La cuenta me ha ayudado a disciplinarme con eso y mis hijos me lo agradecen porque dice que les estoy heredando un libro de recetas familiares. Cocinar y comer sabroso me hace feliz a mí y a los que me rodean. También creo que la comida casera es muchísimo mas saludable, de hecho para mi si algo es casero y te hace feliz, es saludable.
En un suspiro
¿Un dulce que te recuerde tu infancia?
El dulce de lechosa con piña.
¿Un dulce tradicional favorito?
El dulce de leche cortado.
¿Un dulce que quisiera probar?
Un helado de lavanda, hace meses que Lena Yau me pasó la receta y lo tengo pendiente, pero le tengo un poco de temor. Nunca he hecho helado.
¿Cuál es su ingrediente favorito? ¿Y el que menos le gusta usar?
Amo la pimiento y no soy amiga del erizo crudo (risas). No se me ocurre otro ingrediente que no me guste.
¿Qué cualidad espera en un buen postre que también espera en una persona?
Alma. No sucumbo fácilmente a un dulce, si es una cosa ahí con azúcar, paso. Lo mismo me pasa con la gente, yo puedo ser muy amplia y me puedo relacionar con gente muy distinta, pero esa gente sin alma, sin sensibilidad, que de lo único que habla es de cosas sin captar la belleza, me dan sueño.
Fotografía: Cortesía María Carolina Izquiel
https://dulcear.com/torta-pina-sirope-ron-acaramelado-maria-carolina-izquiel/
¿Qué relación tiene la Psicología con la comida?
Toda. Aunque pudiésemos hablar de vínculos incluso antes del nacimiento, creo que a partir de ese momento la relación es muy clara. El bebé se pega del pecho de la madre buscando saciar el hambre y calmarse. A partir de ahí, la intrincada trama de relaciones entre las emociones y la comida es complejísima. Pero podría decir que el tipo de relación que la gente establece con lo que come y cómo lo come es muy similar a la manera como se relaciona con los demás y con los afectos. Por ejemplo, si se es una persona indiscriminada que come cualquier cosa sin saber en realidad que se está comiendo, a veces incluso sin disfrutarlo realmente, habla mucho del desamor, del descuido hacia sí mismo. Si eres temeroso de lo que comes y de todo tienes que saber el más mínimo componente químico dice mucho de la aprehensión y temor ante el mundo. Aquí en Estados Unidos veo mucha gente que come como si la comida fuese un puñado de vitaminas y minerales que el cuerpo necesita para funcionar mejor, no saben nada del placer y de esa misma forma, muy práctica, se relacionan. En Venezuela hay una clara relación amorosa con la comida, pero podemos ser a veces superficiales, ignorantes de nuestros propios productos y descuidados con nuestra gastronomía. Luego están los trastornos de alimentación, que son trastornos esencialmente psicológicos, que hacen que esta relación se vea de una manera casi gráfica.
En su perfil de Instagram se describe como "Psicólogo Clínico - Cocinera por herencia"? ¿Viene de familia cocinar?
Sí. Mi mamá y mis ocho tíos maternos han sido grandes cocineros familiares. En las reuniones en casa el tema de cocinar sabroso y de manera esmerada siempre fue importante. Recuerdo de niña que cada uno de mis tíos cocinaba algo y luego se generaba una especie de juicio amoroso a cada plato, pero todos eran muy exigentes y no perdonaban un error “está bueno pero un poco sobrecocido” “yo no le hubiese puesto orégano” “estas gallinas son de la finca, se nota". Cada detalle era diseccionado en la reunión y tengo que decir que todos concordaban que mi mamá era la que cocinaba mejor, cosa que ella vivía con gran orgullo. Parte de mi rutina cuando era niña era acompañar a mi mamá al mercado de Quinta Crespo o al de San Martín y quejarme de cansancio mientras ella se tomaba cada compra con rigurosidad científica. Peleaba con el vendedor que le quería vender algo que no estuviese fresco, se quedaba conversando con el de las especias. Era impactante para mí verla elegir una gallina viva para cocinarla o seleccionar las tripas de cerdo para hacer chorizos en casa. Mi mama murió cuando yo tenía 18 años. A partir de ahí, por ejemplo, hago hallacas sin falta cada año, esté donde esté, es un homenaje, mi conexión con ella y también mi manera de dar afecto.
¿Qué le enamora de la cocina?
Su poder comunicacional, cultural y afectivo. Su sensualidad y belleza.
¿Qué tipo de preparaciones comparte con sus usuarios?
Lo que comemos en casa cotidianamente. Yo soy mitad caraqueña, mitad guariqueña, así que las preparaciones son tan variadas como solía ser la gastronomía caraqueña con la que crecí. Mi mamá cocinaba un día un plato que aprendió de la vecina árabe, otro día la peluquera portuguesa compartía una receta con ella, otro día preparaba unos frijoles llaneros como Dios manda o un quesillo, pero de repente desayunábamos unos huevos rancheros y almorzábamos salchichas alemanas con papa y repollo agrio casero. A pesar de haber tomado algunos cursos, yo no tengo formación profesional como cocinera, me inspiran los platos con alma e historia. Pero debo decir que con la cuenta me he movido entre la nostalgia de platos clásicos venezolanos y la multiculturalidad de Cambridge, sobre todo dentro del ambiente universitario en Harvard.
¿Cuáles son los ingredientes imprescindibles a la hora de preparar sus recetas?
Sólo la sal. Sin embargo, mi debilidad es la cocina italiana, así que procuro tener siempre ajo, albahaca y orégano fresco, tomates maduros y buenos quesos. También me angustio si se me acaba la soya, el papelón o la pimienta entera. Sin embargo, creo que los cocineros venezolanos han demostrado ampliamente que ningún ingrediente es imprescindible. La trágica escasez ha llevado a la creatividad gastronómica venezolana a otro nivel, más conectada con las materias primas, con lo local, más versátil e innovadora. Yo me quito el sombrero ante los cocineros venezolanos en Venezuela.
¿Cuál es su principal consejo para quienes se inician en la repostería?
Que estudien y sean disciplinados. Yo no soy repostera, me parece que es un trabajo científico lleno de precisiones y exactitudes. La personalidad del repostero, de hecho, suele ser muy diferente a la del cocinero que se dedica a los platos salados, aunque hay algunos genios que manejan ambos talentos. Sin pecar de reduccionismo psicológico pienso que el repostero suele ser riguroso, obsesivo, perfeccionista y disciplinado. En los cocineros veo más gente impulsiva, hedonista y panista, aunque de nuevo, hay de todo.
¿Cuáles son los atributos de un buen postre, en su opinión?
La sutileza de los aromas escondidos y del equilibrio perfecto entre sabor y dulzor. No hay nada tan malo como un dulce con exceso de azúcar que tapa todo. Aquí en Estados Unidos se consiguen unos helados que para mí equivale a que se coman una cucharada de azúcar y así se ahorran todo el procedimiento.
¿Qué es lo que más te gusta de preparar recetas?
La mayoría de las veces cocino por intuición, sin receta. La cuenta me ha ayudado a disciplinarme con eso y mis hijos me lo agradecen porque dice que les estoy heredando un libro de recetas familiares. Cocinar y comer sabroso me hace feliz a mí y a los que me rodean. También creo que la comida casera es muchísimo mas saludable, de hecho para mi si algo es casero y te hace feliz, es saludable.
En un suspiro
¿Un dulce que te recuerde tu infancia?
El dulce de lechosa con piña.
¿Un dulce tradicional favorito?
El dulce de leche cortado.
¿Un dulce que quisiera probar?
Un helado de lavanda, hace meses que Lena Yau me pasó la receta y lo tengo pendiente, pero le tengo un poco de temor. Nunca he hecho helado.
¿Cuál es su ingrediente favorito? ¿Y el que menos le gusta usar?
Amo la pimiento y no soy amiga del erizo crudo (risas). No se me ocurre otro ingrediente que no me guste.
¿Qué cualidad espera en un buen postre que también espera en una persona?
Alma. No sucumbo fácilmente a un dulce, si es una cosa ahí con azúcar, paso. Lo mismo me pasa con la gente, yo puedo ser muy amplia y me puedo relacionar con gente muy distinta, pero esa gente sin alma, sin sensibilidad, que de lo único que habla es de cosas sin captar la belleza, me dan sueño.
Fotografía: Cortesía María Carolina Izquiel
https://dulcear.com/torta-pina-sirope-ron-acaramelado-maria-carolina-izquiel/
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